Antonio Gutiérrez-Rubí. Consultor Político, Director y Asesor de Comunicación en Ideograma
“La sustitución actual de la flota de vehículos por soportes más eficientes es el primer paso hacia la movilidad sostenible”
Las ciudades españolas evolucionan cada día con el fin de adoptar modelos de gestión más eficientes a través del impulso de la movilidad sostenible y la seguridad vial. El ciudadano pasa a convertirse en el protagonista de estos los nuevos espacios, que deberán acompañarse de una mejora de las infraestructuras existentes.
Ante una necesidad clara de crear ciudades sostenibles, la movilidad es un pilar importante que implica también la formación de nuevos ecosistemas ¿Considera que España está a la vanguardia de estos cambios?
Quizás decir que estamos a la Vanguardia es un poco aventurado, pero es cierto que hay datos que nos dejan en buena situación. Por ejemplo, según el índice realizado por la consultora Copenhagenize, de las 20 ciudades más ‘bike-friendly’ del mundo dos son españolas: Sevilla y Barcelona. Sólo Francia y Holanda tienen más ciudades que nosotros en este ranking. Y no sólo eso, hay un buen número de ciudades que están invirtiendo en mejorar la infraestructura y los servicios de préstamo público de bicicletas. A ello obviamente hay que sumar los esfuerzos por reducir la contaminación de las flotas de transporte público, las políticas para fomentar la intermodalidad, para promover los sistemas de car-sharing como la flota de coches eléctricos que se estrenó hace unos meses en la ciudad de Madrid, o el uso de Apps para fomentar el transporte sostenible. Estamos avanzando.
El ahorro energético es uno de los valores que mayor acogida ha tenido en nuestra sociedad ¿Qué aspectos son los que más han evolucionado?
Creo que los ayuntamientos han entendido la necesidad de intensificar las medidas que ya llevan años implementando. Destacaría iniciativas como la autosuficiencia energética a partir de la generación local, renovable y en red, o el apoyo que muchos ayuntamientos prestan a los vecinos para proponerles acciones de ahorro energético.
Ante los elevados niveles de contaminación reflejados en determinadas ciudades el pasado año, ¿Son conscientes los españoles sobre las graves consecuencias que generará esta situación a largo plazo?
Sí que lo son. El 82% opina que las ciudades actuales no son sostenibles. Y los episodios de contaminación de este pasado invierno en Madrid y Barcelona han puesto de manifiesto que este ya es un problema que está en la agenda de la política municipal como una de las prioridades de la ciudadanía. Es de esperar que esto obligue a los gobiernos a tomar medidas más efectivas o de mayor intensidad que hasta ahora.
¿Qué características son indispensables para que la movilidad sostenible sea una realidad?
La mayoría de nuestras ciudades han sido diseñadas pensando únicamente en los coches. Ahora sabemos que esto ha sido un gran error y que hay que repensar todo el modelo. Poner al peatón en primer lugar, después el transporte público, y por último el transporte privado. Las prioridades han cambiado. No es sólo un tema de lucha contra la contaminación o la sostenibilidad, es que son los propios ciudadanos los que quieren recuperar terreno a los vehículos. Recuperar el control de los espacios públicos.
Diferentes tipos de vehículos como son los coches, autobuses e incluso motos están adaptándose a la movilidad eléctrica. ¿Constituye una de las alternativas para este nuevo modelo de ciudad?
Por supuesto. La reducción del tráfico es el objetivo a medio y largo plazo, pero a corto plazo el objetivo debe ser la sustitución del actual parque de vehículos por uno más sostenible. Pensemos que el 80% de la contaminación en las grandes ciudades lo generan estos tres tipos de vehículos así que su conversión es fundamental.
Países como Francia ya recompensa económicamente a quienes acudan al trabajo en bicicleta ¿Piensa que este tipo de medidas podría ayudar a concienciar a los ciudadanos?
Los experimentos que se han llevado con esta medida indican que su efecto es casi imperceptible. Son buenas medidas aunque insuficientes si no van acompañadas de mejoras en las infraestructuras. Un buen ejemplo del efecto de las infraestructuras lo vemos en ciudades como Copenhague, dónde incluso cuentan con un plan estratégico a medio plazo, o con la recientemente estrenada autopista para bicicletas de Alemania.